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Parte 2: Amianto, ¿qué es eso?

En aquel primer momento, el escándalo del amianto recorre Ferrol como un murmullo. Todavía hay mucho desconocimiento. A los obreros y militares les llega la información y recuerdan haber trabajado con aquellas planchas que al manipularlas soltaban una especie de polvo blanco. Un polvo que llenaba el aire y formaba densas nubes en los almacenes de los astilleros y en las salas de máquinas de los barcos. Recuerdan haber tocado esas planchas con las manos desnudas y sin máscaras. Nadie les avisó de que ese ambiente de trabajo estaba cargado de fibras de asbesto, unas partículas tóxicas que afectan la salud cuando se inhalan.

Dra. Carmen Diego: “Las fibras de amianto tienen la forma ideal para entrar en los pulmones y alojarse en ellos”.

Copia de As fibras de amianto no organismo (1).jpg

Amianto, ¿qué es eso? También conocido como asbesto, el amianto es un mineral fibroso  que fue utilizado de forma masiva desde principios del siglo XX hasta su prohibición en gran parte de países; en España en 2002.“El uso más importante en todo el mundo fue para la fabricación de una mezcla de cemento y fibras minerales que es muy resistente a la fricción, a la rotura y a las altas temperaturas y que dota a las piezas de mayor impermeabilidad, entre otros beneficios”, explica Manuel María Regueiro, presidente del Ilustre Colegio Oficial de Geólogos. Regueiro señala que la etimología de amianto proviene de un término que significa “incombustible”, una cualidad casi milagrosa que popularizó su uso en diversos sectores industriales de todos los rincones del mundo durante décadas. Tanto es así que “se han identificado más de 3000 aplicaciones diferentes del mineral”, señala. 

Según lo recogido en la Guía de buenas prácticas en el trabajo con amianto”, elaborada por AGAVIDA, suprimir por completo la presencia de asbesto en el entorno de trabajo es casi imposible. Sin embargo, sí se puede reducir la concentración de fibras en el aire a niveles de exposición asumibles. A pesar de ello, para que la manipulación sea realmente segura, debe complementarse con el uso de equipos de protección individual. En 1984, la legislación española fijaba el límite máximo de esa concentración en 0,2 fibras por centímetro cúbico para el amianto blanco y 0,1 para las variedades más dañinas en una jornada de ocho horas diarias y cuarenta semanales. El uso de la más peligrosa, el amianto azul, quedaba prohibida con la publicación de esta orden. Antes de esta disposición, el límite permisible era de 0,30Según el informe del Sistema Nacional de Salud de 1999, en los barcos construidos en los astilleros, la concentración promedio era de 0,55La alta dosis de fibras en el ambiente sumada a la inexistencia de sistemas de control e indumentaria de protección fueron el cóctel que enfermó a tantos trabajadores. La normativa vigente, el Real Decreto 396/2006, de 31 de marzo, actualmente establece el valor límite diario de exposición ambiental en 0,1 para todas las variedades de asbesto.  

En España, el boom de la importación de amianto comienza en la década de los 60 y su principal destino es el sector del fibrocemento, destacando especialmente la fabricación de los conocidos tejados de la histórica empresa Uralita. Tal fue la presencia de esta empresa en aquellos años que la denominación “uralita” acabó usándose popularmente para referirse al mineral.

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Los tejados de Uralita forman parte del paisaje habitual en Galicia CARLOTA LÁZARO

La construcción naval, en concreto la de barcos militares, fue uno de los sectores que consumió cantidades ingentes de amianto por las necesidades específicas de aislamiento térmico de las fragatas. Conductos de ventilación, máquinas, calderas, camarotes... Los buques de guerra construídos durante la dictadura eran auténticos nidos de este polvo blanco y venenoso. Eduardo Feal(61), militar en la reserva, estuvo dos décadas embarcado trabajando en las salas de máquinas de varios de los destructores y fragatas afectadas, entre ellas la Cataluña (F-73), construída en los astilleros de Bazán. “Todas las tuberías del barco estaban forradas con amianto. Cuando alguna de ellas tenía fugas, había que abrirla, y de ahí dentro salían nubes de polvo que te comías enteras”, relata. 

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La fragata Cataluña F-73 navegando | ©Armada 

A este sector se suman muchos otros como la industria siderometalúrgica y la automovilística. Tal y como expone Menéndez-Navarro, catedrático de Historia de la Ciencia de la Universidad de Granada,  en su trabajo de investigación “Los riesgos del amianto en España (1960-2002)”, según datos del Anuario Estadístico de España recogidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE) la importación de amianto en España creció exponencialmente desde los años 20 hasta los 70, alcanzando las 126 toneladas en 1974. El uso de este mineral comienza a caer desde 1975 coincidiendo con las primeras prohibiciones en el ámbito internacional. El veto no llega a España hasta el año 2002, con la aprobación de la Orden de 7 de diciembre de 2001 por la que se modifica el anexo I del Real Decreto 1406/1989, de 10 de noviembre, por el que se imponen limitaciones a la comercialización y uso de determinadas sustancias y preparados peligrosos. Las variedades más dañinas para la salud, comúnmente conocidas como “amianto azul” y “amianto marrón”, habían sido vetadas anteriormente, en 1984 y 1993 respectivamente.

El cómputo total de amianto utilizado en España en el siglo XX es de 2,6 millones de toneladas, según los datos extraídos de los anuarios del INE. La legislación de 2001 no obliga a retirar los productos con amianto instalados previamente a  la entrada en vigor de la ley hasta el final de su vida útil. Según la nota “Materiales con amianto en viviendas: guía práctica”, publicada por el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo en 2014, dicho período es de entre 30 y 50 años posteriores a su colocación, momento a partir del cual el material comienza a deteriorarse y desprender en el aire sus fibras tóxicas. Las condiciones climáticas de Galicia reducen notablemente ese tiempo. 

El manifiesto publicado en 2020 por la plataforma del Grupo para la Ley Integral del Amianto recoge que desde el Instituto Nacional de Salud, Seguridad y Bienestar en el Trabajo se estima que el 65% del amianto instalado en territorio español ya ha llegado al final de su vida útil. “La uralita antigua es un riesgo para toda la población”, asegura el Dr. Carlos Piñeiro. Piñeiro considera fundamental la instauración en España de planes de teledetección de construcciones con amianto para su posterior retirada, medidas que reducirían ese porcentaje y que otros países como Italia pusieron en marcha hace años. Ramón Río, secretario de AGAVIDA desde 2003, denuncia que el Ayuntamiento de Ferrol ha prometido la creación de un censo de construcciones con amianto tras las repetidas demandas por parte de la asociación. “Todavía seguimos esperando por él”, lamenta. 

Carlos Piñeiro: “Hay sistemas que identifican las construcciones con amianto para poder planificar su retirada. Lo presentamos hace años en Ferrol y ni caso”.

El nuevo  Proyecto de Ley de residuos y suelo contaminado, que transpone al ordenamiento español las directivas europeas 2008/98/CE y 2019/904,  aprobadas por el Senado en marzo de este año pretende poner fin a esta desatención de los ayuntamientos. Según el texto, en el plazo de un año desde la entrada en vigor de la ley, los municipios deberán presentar el censo de amianto en infraestructuras públicas y un plan temporal para su retirada, que deberá completarse como muy tarde en 2028. A pesar de alegrarse por la nueva norma, Ramón Río no puede evitar mostrar algo de escepticismo: “Hay muchísimo amianto que retirar, es necesario empezar con tiempo. Si se va dejando, es imposible llegar al plazo libres de amianto”, considera. 

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Ramón Río en el local de AGAVIDA, situado en el barrio Caranza | CARLOTA LÁZARO

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