Parte 1: Interrogantes
Todo estalla a las puertas del nuevo milenio. Es el año 1998. En los cementerios de Ferrol empieza a ser habitual la concentración de antiguos trabajadores de los astilleros de Bazán para despedir a algún compañero. Las primeras veces no es algo que sorprenda, son hombres jubilados, muchos de ellos fumadores desde críos. Pero pasa el tiempo y son demasiados los entierros en los que las mismas personas se ven las caras. Algo no encaja.
Caminas por el barrio y te encuentras con un colega que siempre ha sido un roble, de esos hombres que pueden con todo. Se queja de unos dolores que no le dejan dormir y se nota que anda confuso, consumido. En pocos meses ya no puede respirar sin la ayuda de un concentrador de oxígeno. Al cabo de un año ya no está. El mismo patrón se repite con otros que fueron sus compañeros en los años 70. Y los que quedan empiezan a hacerse preguntas.
El primero de ellos fue Rafael Pillado, histórico sindicalista que jugó un papel clave en el desmantelamiento del escándalo laboral que estaba acabando con tantas vidas: el uso masivo de amianto como material de construcción, un mineral que al ser manipulado desprende unas fibras que actúan en el organismo como agente cancerígeno. Hoy Pillado tiene 79 años y acaba de recibir el mismo diagnóstico que tantos de los compañeros que las respiraron con el: mesotelioma pleural.

Rafael Pillado en el local de la Asociación Cultural Fuxo Buxán. Junio 2022 | CARLOTA LÁZARO
Pillado es un nombre que aparece en grande y en negrita en las páginas de la historia del movimiento obrero de Ferrol. Co-fundador de CC.OO. en el franquismo y miembro del comité de empresa de Bazán, el 10 de marzo de 1972 estaba en primera línea cuando un tiroteo policial acabó con la vida de Amador Rey y Daniel Niebla en aquella histórica manifestación de los trabajadores de los astilleros. Una fecha que se conmemora cada año como el Día de la Clase Obrera Gallega. Pocos días después de esa marcha el régimen envía a prisión a Pillado, que sale de la celda ya en democracia, en 1976.
Rafael Pillado: “A veces he bromeado con que los años de prisión me salvaron del amianto. Mentira, no me salvaba ni Dios”.
“A veces he bromeado diciendo que los años en prisión me salvaron del amianto. Mentira, no me salvaba ni Dios”, lamenta Pillado. Entra de aprendiz en Bazán con 15 años, en 1957. Con 17 comienza la formación práctica en la sección de monturas a flote en unos barcos de la Armada que en aquel momento estaban en proceso de remodelación, los buques destructores clase “Audaz”. La potencia de estas embarcaciones era suministrada por calderas que servían el vapor a las turbinas de la sala de máquinas. “Este sistema generaba temperaturas escandalosas en todo el barco, por lo que prácticamente todo estaba forrado de amianto, que es un potente aislante térmico”, explica Pillado. Una de las principales tareas en la remodelación de estos destructores era la de desforrar el amianto viejo para renovarlo. “Esto se hizo con todas las tuberías de los barcos. Comíamos amianto todo el día”, cuenta. “Cuando éramos jóvenes, incluso cogíamos los trozos de amianto que desmontábamos y jugábamos a tirárnoslos unos a otros”, recuerda.

El destructor D-31 de la serie Audaz, en el que trabajó Pillado, navegando | ©Armada

Pillado con 15 años junto a sus padres y hermano | Cedida por Fundación 10 de marzo
Rafael Pillado: “Estábamos rodeados, comíamos amianto todo el día. Y nadie nos alertó de los riesgos que implicaba trabajar con él”.

Piezas de construcción y herramientas de trabajo hechas de amianto utilizadas en Bazán y Astano, expuestas en el local de AGAVIDA | CARLOTA LÁZARO
Pillado sale prejubilado en 1999, coincidiendo con la sucesión de diagnósticos de tumores a compañeros de su promoción. Decide poner el tema sobre la mesa del comité de empresa. Es la muerte temprana de uno de sus compañeros que gozaba de mayor vitalidad lo que hace que le salten las alarmas. No sabe qué es pero sospecha que debe haber algo que se le está escapando. Acude a Julián Ariza, histórico dirigente de CC.OO., en busca de respuestas. Ariza le remite a Ángel Cárcoba, que en aquel momento era el responsable de Seguridad e Higiene del sindicato. Este le pasa a Pillado unos fragmentos de un libro que estaba empezando a escribir en el que encontrará la información que encaja las piezas. Sus páginas hablan de los efectos de trabajar expuesto a ese polvo blanco que le resulta tan familiar.
En el año 2000, la empresa pública Bazán va a fundirse con los astilleros de AESA (Astilleros Españoles SA), sociedad a la que pertenecen los de Astano, ubicados en Fene. De esta unión resultará la entidad pública Izar, en julio de 2000.
Paralelamente a este proceso, la fila de extrabajadores en las consultas médicas no deja de crecer. Uno de los doctores que atiende estas dolencias es Carlos Piñeiro. Piñeiro pertenece a la rama profesional de la epidemiología y en ese momento ejerce en Atención Primaria en el Centro de Salud de Serantes, donde trata principalmente a trabajadores de la Estación Naval de La Graña. “Observé que tenían manifestaciones radiológicas que no eran normales, en las que los dos pulmones estaban afectados. Y todos tenían una coincidencia: trabajaron en obras civiles en los túneles de La Graña”, explica Piñeiro, hoy retirado de las consultas pero aún en activo como médico asesor y comunicador científico. “Aquellos túneles fueron construidos para la acumulación de armas y estaban protegidos con amianto”, señala.

Vista aérea de la Estación Naval de La Graña en el pasado | © Wikimedia Commons
Piñeiro comienza a indagar en el asunto. Aprovecha su condición de investigador de la Organización Mundial de la Salud para documentarse a fondo en bibliotecas médicas de medio mundo. En ese momento no existían las facilidades que hay ahora para acceder a información, pero no tarda en encontrar estudios internacionales sobre enfermedades derivadas de la exposición a asbesto. El tema lleva décadas estudiándose. En España la literatura médica tardó en llegar con respecto a otros países, pero ya en la década de los 40 había estudios que relacionaban el amianto con la aparición de algunas patologías. En la zona de Serantes deciden iniciar un seguimiento de cuarenta afectados. “Llegamos a correr riesgo de expulsión de nuestra profesión porque enviábamos vísceras pulmonares a otros hospitales del país sin autorización”, confiesa. Uno de esos centros era el de Vall D’Hebron, en Barcelona, uno de los pioneros en investigar este tipo de dolencias.
La palabra amianto se escucha en las conversaciones de la hora del café en los talleres de Bazán. Las primeras demandas estaban llegando a los juzgados y se iba tejiendo cierta atmósfera de preocupación. Los juzgados de lo Social reconocen la enfermedad profesional de Jose Antonio Núñez Fernández, Francisco Ferreira Castrillón y Alejandro López Gabeiras. Mientras tanto, la organización sindical ferrolana, que en tantas ocasiones estuvo al pie del cañón de la reivindicación de los derechos de los trabajadores, no se pronuncia. “Los sindicatos jugaron el papel del silencio”, declara Pillado, quien reconoce que con este tema se sintió desamparado por parte de Comisiones Obreras y las demás agrupaciones sindicales.
Rafael Pillado sobre los militantes sindicales: “Algunos no creían. Y varios de ellos acabaron muriendo por el amianto”.
Ante la gravedad del asunto, Pillado no se deja llevar por las presiones y el inmovilismo y actúa por su cuenta. El primer paso es dirigirse a la redacción ferrolana de La Voz de Galicia, con la que colaboraba frecuentemente, pidiendo que se mueva el tema. El delegado, Miguel Ángel Souto, se lo pasa al periodista Paco Varela y en enero de 2001 sale en la portada de todas las ediciones: “Denuncian casos de obreros de Bazán afectados por el amianto”. El tema ocupa las páginas 2 y 3 completas, una de ellas es una entrevista a Pillado. Por primera vez se hacía pública la denuncia en Ferrol: el amianto usado en los astilleros está matando a la gente.

Titular en la portada de La Voz de Galicia. 16 de enero de 2001. | La Voz de Galicia
Rafael Pillado: “Fui a La Voz de Galicia y le dije al delegado: se está muriendo la gente por el amianto”.
Las consecuencias de esta publicación son inmediatas, ya que se incluyen datos tan graves como la estimación de entre 1500 y 2000 afectados. Las réplicas de la empresa no tardan en llegar, asegurando que estas declaraciones son exageradas y que las medidas de seguridad de Bazán ya habían sido mejoradas. Ante las presiones de los astilleros y la falta de apoyo de los sindicatos, en 2004 Rafael Pillado junto a Carlos Piñeiro, Cristóbal Carneiro y Ramón Tojeiro impulsan la creación de la Asociación Gallega de Víctimas del Amianto (AGAVIDA) con el objetivo de servir de motor de los derechos de los afectados. Con el nacimiento de la asociación, cogen fuerzas para continuar con la incansable labor divulgativa y reivindicativa iniciada en los años previos, mediante la organización de actos, manifestaciones y reuniones con instituciones públicas para presentar sus demandas. Poco a poco y con mucho trabajo van llegando las primeras conquistas. Una de las principales peticiones se cumple en 2008: el Parlamento de Galicia aprueba la creación de la unidad específica de atención a asbestosis en el Hospital Arquitecto Marcide de Ferrol, pionera de este tipo en Galicia.