Parte 3: El asesino silencioso
Rafael sufre un mesotelioma, un tumor maligno que se origina en las células mesoteliales, que son las que se encuentran en el revestimiento exterior de los órganos. El suyo está ubicado en el pulmón, que es la clase de mesotelioma más habitual. A pesar de que él se sentía “como siempre”, a principios de este año su familia detecta una progresiva e inexplicable pérdida de peso. En ese momento estaba a la espera de una intervención quirúrgica para tratar una hernia y en las pruebas rutinarias previas a la operación el doctor detecta algo extraño.
- ¿Tienes alguna molestia?
- No especialmente.
- Pues yo veo aquí que debe de haber algún problema. Los datos no son normales.
El médico deriva a Pillado a la consulta de la neumóloga Carmen Diego. Rafael conoce bien a la doctora. Es la jefa de la sección de Neumología del Hospital Arquitecto Marcide de Ferrol y responsable de la consulta monográfica de asbestosis. Ella es quien les transmite a él y a su esposa que sus pulmones están infectados por las fibras de amianto y que el problema es inoperable. Una operación en quirófano podría acelerar el proceso de la enfermedad, por lo que la única opción es el tratamiento de quimioterapia para reducir el dolor. Y esperar.
El gran problema del mesotelioma es que puede tardar varias décadas en manifestarse. “Vemos tiempos de latencia superiores a 50 años”, afirma la Dra. Diego. En el caso de Rafael, estuvo expuesto desde los 17 años y la enfermedad no se manifestó hasta los 79. Esto implica que en el momento de diagnóstico, el tumor suele estar muy evolucionado. “Desgraciadamente, en estos momentos la supervivencia de la enfermedad ronda como máximo los dos años, aunque hay algunos casos excepcionales”, lamenta la doctora. “Para mí fue un impacto duro, mucho más para la familia. No contábamos con esto después de tanto tiempo”, expresa Rafael.
Las patologías que produce el amianto son varias, las más habituales son las que se producen en el aparato respiratorio. Entre ellas, las más comunes son las placas pleurales y la asbestosis, ambas incluídas en el grupo de enfermedades no malignas. El síntoma principal en ambos casos es la dificultad respiratoria. Estas enfermedades son benignas, pero su diagnóstico es un marcador inequívoco de exposición al amianto. Por tanto, cuando estas aparecen es necesario el seguimiento de los pacientes ante el riesgo de desarrollar con el tiempo otras patologías de mayor gravedad como el cáncer, según indica la Dra. Diego.
Dra. Carmen Diego: “Las patologías que produce el amianto suelen ser del aparato respiratorio, aunque también se ha relacionado con enfermedades en otros órganos”.
El grupo de enfermedades malignas está compuesto por diferentes tipos de cáncer. El asbesto es considerado como sustancia cancerígena por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) para el cáncer de pulmón, el mesotelioma y los tumores de laringe y ovario. También reconoce la existencia de una asociación positiva entre la exposición al amianto y la aparición de tumores gastrointestinales.
El cáncer que padece Rafael es la enfermedad que se toma de referencia en los estudios de la incidencia del amianto en la salud pública.“Entre el 80 y el 90% de los casos de mesotelioma tienen antecedentes de exposición”, explica la Dra. Diego. Un estudio publicado en BMC Cancer en 2013 cifró en 1297 las muertes por mesotelioma pleural entre 2007 y 2011, provocadas en un 98% por exposición a asbesto. Esta investigación concluyó una previsión de muertes por esta causa al menos hasta 2040.
Si acotamos el estudio del impacto al sector naval ferrolano, las cifras son sorprendentes. “En el tiempo que llevamos en la consulta hemos atendido unos 1400 casos anuales afectados de alguna forma por amianto, el 90% de los cuales proceden de astilleros”, afirma Dra. Diego. “Hicimos un estudio de pulmones de trabajadores del naval fallecidos y observamos más de 19000 cuerpos de amianto de media por gramo de tejido seco. Por encima de 1000 ya se considera una exposición causal”, explica la neumóloga.
La doctora hace hincapié en la recomendación de que cualquier persona que haya trabajado en los astilleros o en alguna empresa auxiliar no dude en comunicárselo a su médico de cabecera para su derivación a neumología. La probabilidad de tener fibras de amianto en el cuerpo tras trabajar en los talleres de Bazán y Astano o a bordo de los buques en el siglo XX es demasiado alta como para dejar pasar el asunto.
Dra. Carmen Diego: “Si alguien trabajó en el naval y estuvo en contacto con el amianto que no espere a que alguien le llame, puede ponerse en contacto con su médico de cabecera”.