Parte 4: Un problema de salud pública infrareconocido
En España, el Real Decreto 1299/2006, de 10 de noviembre, por el que se aprueba el cuadro de enfermedades profesionales, incluye el amianto y su polvo en la lista de agentes cancerígenos presentes en ambientes laborales. El documento reconoce como enfermedades profesionales la neoplasia (masa anormal de tejido) maligna de bronquio y pulmón, el mesotelioma, la asbestosis, afecciones fibrosantes de la pleura y el pericardio y, después de la modificación de 2015, el cáncer de laringe. Para poder acceder a la indemnización por enfermedad profesional, la patología que se padece debe estar recogida en estas tablas. A pesar de que la IARC ya considera que los cánceres de ovario y gastrointestinales como enfermedades posiblemente derivadas de la exposición a amianto, estas aún no figuran en la lista.
El estudio del año 2015 elaborado por los investigadores Menéndez-Navarro y García-Gómez, doctora especialista en Medicina del Trabajo y Medicina Preventiva y Salud Pública, recogió que en el período 1997-2011, los cánceres causados por el amianto representaron el 76% de los reconocidos como enfermedades profesionales. Pero todo indica que la cifra real de cánceres ocasionados por el amianto supera con creces el número de casos reconocidos, pues esta investigación reveló que en España el grado de infraconocimiento de estas enfermedades es muy alto. Los resultados del estudio concluyeron que el 93,6% de los hombres y el 96,6% de las mujeres que fallecieron entre 2007 y 2011 por mesotelioma pleural no estaban reconocidos por la Seguridad Social. Además, la tasa de infraregistro de fallecidos por cáncer de bronquios y pulmón es del 98,8%. Esto significa que la gran mayoría de los afectados no recibieron su correspondiente compensación económica.
Un informe posterior del 2018 elaborado por los mismos investigadores indaga en los posibles motivos de esta tasa de infrareconocimiento, señalando tres factores culpables de este déficit. Se expone como la razón principal los esfuerzos por parte de las empresas por ocultar y desmentir los riesgos asociados al amianto. Otra de las explicaciones es el largo período de latencia de las enfermedades. El hecho de que estas no se manifiesten hasta la llegada de la jubilación dificulta el establecimiento del nexo de causalidad entre la exposición laboral y la aparición de la enfermedad, por lo que muchos fallecen sin saber el motivo real y sin solicitar la reclamación ni figurar en el registro. Finalmente, los expertos señalan el tradicional infrareconocimiento de los cánceres como enfermedades derivadas de la actividad laboral: menos de un 10% son reconocidos e indemnizados en los principales países de Europa Occidental. El estudio advierte del lastre de políticas preventivas que trae consigo este déficit.
La Dra. Diego añade que la incidencia real del uso masivo del asbesto no abarca solo la exposición ocupacional, sino también la ambiental, debido a la presencia de fibras en las inmediaciones de edificios con uralita degradada, y también la conocida como exposición doméstica. El polvo que llenaba los talleres acompañaba a los trabajadores a casa en los bolsillos y pliegues de su ropa. “En Bazán, se llevaban los buzos a lavar la casa y sus familias se exponían a las fibras al sacudir la ropa. Tenemos casos de esposas de trabajadores enfermas por esto”, explica la doctora.